El crimen de la peletera

04.03.2014 17:22
El crimen de la peletera
La comerciante Tzvetana Jakimova Naidenova fue asesinada el 5 de mayo de 1974. El hecho conmocionó a la ciudad porque los propietarios de la “Peletería Labor” eran respetadas personas de trabajo y sacrificio. El crimen se resolvió en cuestión de horas porque el asesino fue al funeral con las zapatillas manchadas con la sangre de la mujer. Se trataba de un joven al que Tzvetana había dado empleo en distintos emprendimientos familiares, como la panificadora Santa Fe.
 
Viernes 28 de Febrero de 2014
 
El crimen se resolvió en pocas horas por la propia impericia del criminal.
El rostro desencajado, los brazos abiertos y cortes en las manos. Eran las 12:35 del domingo 5 de mayo de 1974 y el cuerpo de Tzvetana Jakimova Naidenova, una comerciante búlgara de 48 años, fue descubierto de ese modo sobre el piso de madera de una de las dos habitaciones de la peletería y curtiembre “Labor”, ubicada en Italia y San Martín. 
“Múltiples heridas punzocortantes en diversas partes del cuerpo”, diría el informe policial. “Horrendo crimen”, “brutal ensañamiento” y “feroces puñalazos”, describían los medios gráficos de época. 
El homicidio de la peletera fue conmocionante y la noticia se destacaba entre la visita de un enviado del presidente Juan Domingo Perón que había sido obligado a abandonar Río Gallegos y el paro por tiempo indefinido de los maestros provinciales en reclamo de la modificación del estatuto del docente primario. 
Comodoro Rivadavia estaba conmovida. Había estupor en sus habitantes ante semejante crimen. La primera hipótesis se orientó hacia el robo. Es que la víctima y su pareja, Stefan Stefanoff, eran ampliamente reconocidos por su trabajo y dedicación.
Tzvetana, además de sus ocupaciones en la peletería, también administraba la panificadora “Santa Fe”, ubicada en el barrio Industrial. Los búlgaros se habían hecho conocidos a la vez por brindarle siempre una mano a sus coterráneos recién llegados a Comodoro Rivadavia. 
Investigadores de la inmigración búlgara en la Patagonia, sostienen que muchos fueron los que llegaron desde los Balcanes a principios del siglo pasado y que en la medida de lo posible se desempeñaban en sus actividades rurales a las que estaban acostumbrados, aunque también intentaban ingresar al rubro petrolero o ferrocarrilero.
Era una vida sacrificada la de los búlgaros. Primero por las persecuciones políticas del comunismo en su país, donde la revolución rusa de Lenin y Trotsky en 1917 procuraba extenderse a toda Europa. Incluso hasta debían registrarse todas las semanas en la Policía. 
Una vez en Comodoro, los búlgaros rápidamente hicieron grupos de pertenencia y comenzaron a participar en clubes en zona norte y del otro lado del Chenque.

LA ESCENA DEL CRIMEN
Aquel domingo 5 de mayo la Policía inspeccionó todo el edificio de San Martín e Italia donde hoy funciona una amplia galería con oficinas de distintos rubros. Se examinaron habitaciones, cocina, un baño pequeño, la sala de peletería y el salón de recepción del viejo edificio. Allí Tzvetana se encargaba de atender durante los fines de semana, mientras su pareja viajaba a una chacra en el valle del Chubut.
La mujer fue hallada sin vida por un familiar que le llevaba la contabilidad de los negocios y que tenía previsto mostrarle las finanzas de la semana. El hombre llegó a la peletería que estaba abierta. Llamó una y otra vez y como no obtuvo respuesta, decidió ingresar al ver la luz prendida de una de las habitaciones que servía de cocina. Temía que la mujer hubiera sufrido un accidente. 
El cuerpo sin vida de Tzvetana se hallaba en medio de un charco de sangre. Había sido salvajemente apuñalada. De inmediato el edificio de Italia y San Martín se llenó de policías.
La víctima estaba vestida con un pullover azul, falda verde, medias de lana largas y zapatillas de goma floreadas. Los peritos establecieron que había luchado con el asesino, ya que tenía mechones de cabellos entre sus manos. La peletera era una mujer robusta y seguramente para el asesino no le resultó sencillo doblegarla.
La resistencia era propia de la mujer búlgara, siempre dispuesta a los trabajos agrícolas y relacionados con actividades de campo, lo que las hacían mujeres de notable fortaleza física. Eran mujeres de carácter y templanza.

UNA PISTA Y UN ERROR
La peletera presentaba una herida en la parte izquierda del tórax de más de 10 centímetros de largo; dos puntazos en la pantorrilla de la pierna derecha; un profundo corte en el cuello a la altura de la tráquea y cortes en las palmas de la manos que evidenciaban su resistencia ante el homicida.
La Policía halló el puñal con el que se presumía le habían dado muerte a Tzvetana. Tenía una hoja de 12 centímetros de largo por 3 de ancho y estaba en un cajón, sobre una bolsa de arpillera. Además del arma homicida, la policía descubrió huellas de zapatillas número 40 con suela de goma. 
Con ese dato, el subcomisario Sixto Hess decidió asistir al funeral de la mujer. Ya daban por descontado que el homicida era alguien conocido de la víctima, ya que la puerta del comercio no había sido forzada.
Aunque en aquel entonces se desempeñaba en otra jurisdicción, el comisario retirado Julio Leske se acuerda claramente del caso por lo conmocionante.
Hess se dirigió al sepelio de la mujer en el Cementerio Oeste y allí sospechó rápidamente de un joven con zapatillas de goma manchadas con sangre. En forma paralela, en la Seccional Primera el comisario José Delgado indagaba a más de una decena de testigos. 
Hess demoró al sospechoso. Se trataba de Arnoldo Bran, un empleado de la panificadora Santa Fe que en los últimos años había encontrado empleo en los negocios de Tzvetana. La detención se produjo cuando salió del sepelio, en las afueras del cementerio. 
El interrogatorio de Bran en la Primera se extendió desde las 20:30 hasta las 23:30, cuando “se confesó autor”, tal como reza en el parte policial. Los investigadores le secuestraron la vestimenta que llevaba y las zapatillas de goma número 40 con manchas de sangre.
Bran había matado a Tzvetana, quien además de aconsejarlo desde que tenía 18 años le había dado trabajo, comida y casa durante siete años. Los motivos que se ventilaron de su declaración habrían sido que lo hizo por venganza. Al parecer consideraba que no había recibido el pago que merecía por las diversas tareas que había hecho.

DE EMPLEADO A ASESINO
Bran había llegado a Comodoro desde Río Negro donde nació el 19 de agosto de 1948 en Ñorquinco. Antes pasó por Esquel y Trelew. Su oficio era el de panadero.
En 1966, con 18 años, había trabajado en la chacra Cristeff en Trelew para luego llegar en 1968 a la vivienda de Italia y San Martín donde encontró la protección de Stefanoff y Tzvetana. En 1971 dijo vivir en una chacra sobre ruta 3 y un año después en el barrio Roca.
Ya independizado de quienes lo habían adoptado más de 7 años, Bran vivía en una pensión del barrio José Fuchs. Allí en la avenida Estados Unidos, detrás de la despensa “Iris”, la Policía secuestró un pantalón gris, una remera azul, un pullover marrón y una campera celeste con puños rojos. Las prendas estaban manchadas con sangre. 
Todo resultó al final más sencillo de lo previsto. La Policía tenía la confesión, el arma homicida y el cabello y las prendas con sangre de la víctima. En menos de 48 horas el homicidio fue resuelto, sin que hiciera falta constatar las huellas dactilares.
Bran hacía tiempo que había dejado de trabajar en la panificadora Santa Fe y se hallaba desempleado tras haber trabajado un tiempo como chofer de la Línea Expreso 13, en una unidad que también era propiedad de los Stefanoff. 
Ahora pedía una gran suma de dinero que decía le debían los Stefanoff por su trabajo. Había ido a reclamar varias veces y siempre terminaba discutiendo con Tzvetana.
Según establecería la posterior investigación, aquel domingo por la mañana el hombre logró que la peletera le franqueara el ingreso y luego se produjo la nueva discusión que esta vez tendría desenlace fatal. El puñal lo había llevado el joven. 
La Policía nunca pudo comprobar si Bran le llevó o no dinero a la peletera, quien solía esconderlo en diversos lugares del comercio. 
Con una sangre fría notable, luego del crimen Bran se fue a comer un churrasco a la criolla al autódromo General San Martín en donde disfrutó de una jornada automovilística del gran premio supermóvil de YPF. En esa jornada automovilística triunfó la máquina 108 de Emilio Moratinos, seguido por el número 130 de Vicente Gianotta. 
Según declaró Bran ante la Policía, la paga no había sido muy buena en los años de trabajo en los que la mujer le decía que le guardaba el dinero para que no lo derrochara. Por eso cuando fue a reclamarlo y obtuvo una negativa perdió el juicio y asesinó a la peletera sin dudarlo.   
Cuando fue detenido Bran no contaba con antecedentes policiales. El 8 de julio de 1974 fue alojado en la alcaidía policial y el 31 de marzo de 1975 fue condenado a 15 años. Su comportamiento en la prisión no fue bueno y además de recibir amonestaciones fue castigado a 20 días de encierro en una celda de aislamiento. 
Así el Superior Tribunal de Justicia el 8 de agosto de ese mismo año le modificó la pena a 17 años de prisión; es decir dos años más. En febrero de 1976 volvió romper las reglas de convivencia en la alcaidía y lo sometieron a otros 30 días de aislamiento. Finalmente, el 7 de junio de 1977 fue trasladado a la Unidad Penitenciaria 6 de Rawson.
Los que trabajan en la galería de San Martín e Italia dicen que Bran después de que cumplió la pena volvió al lugar del crimen. Cuentan que lo vieron pasar no una, sino varias veces, aunque no saben con qué intenciones. En la galería quedan los recuerdos de la peletería en grandes fotografías, de sus hacedores y de su historia. 
Desenlace triste para la familia de inmigrantes búlgaros. Un homicidio que forma parte de los crímenes que hicieron historia en Comodoro por su impacto. 
De Bran no quedaron registros, aunque algunos creen que pudo llegar a buscar refugio en su Ñorquinco natal, o en Bahía Blanca donde tenía familiares.

 


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